Oír la Voz del Señor, por el Presidente Chipman
Puedo compartir algo que aprendí hace un par de meses mientras pensaba en las Escrituras? Me doy cuenta de que, quizás, ya lo sepan. Pero, al compartirlo con ustedes, reconozco y agradezco a Dios por enseñarme algo que, para mí, es importante.
He leído 3 Nefi 11 muchas veces. Pero, hace un par de meses, vi algo por primera vez.
Sabemos que, al principio de este capítulo 11, el Padre Celestial presentó a Jesucristo tres veces. ¿Por qué? Porque se necesitaron tres veces para que la gente entendiera lo que Él estaba diciendo. En el pasado, yo suponía que la primera vez, la voz del Padre Celestial era demasiado baja para ser escuchada, la segunda vez, un poco más fuerte, y la tercera vez, lo suficientemente fuerte para escuchar. En otras palabras, pensaba que la fuerza de la voz del Padre Celestial (el volumen de la voz) era mayor cada vez.
Ya no pienso esto. Creo que el Padre Celestial usó la misma voz, con la misma fuerza, el mismo volumen, las mismas palabras, el mismo poder, las tres veces, sin diferencia. La diferencia no era la fuerza de Su voz o la claridad de Su voz. La diferencia era cómo la gente recibía Su mensaje.
Cuando la gente escuchó Su voz la primera vez, "como si viniera del cielo", sintieron algo poderoso. Pero no pudieron entender el mensaje. ¿Por qué? Porque "miraron alrededor” de ellos—o, dicho de otra manera, trataron de entender la voz buscando cosas terrenales, un contexto terrenal. Es una reacción natural. Nosotros haríamos lo mismo. Intentaron comprender la voz mirándose unos a otros y a su “alrededor". Pero este ejercicio no les ayudó a entender la voz.
Las escrituras no nos dicen mucho sobre la segunda vez que oyeron la voz. Sabemos que oyeron la voz pero, aun así, no pudieron entender el mensaje.
La tercera vez, sin embargo, fue diferente. Esta vez, se concentraron de verdad. Abrieron sus oídos para escuchar el mensaje. Y, en lugar de centrarse en un contexto terrenal para entender el mensaje, dirigieron sus ojos, "en dirección del sonido". De hecho, "miraron atentamente hacia el cielo, de donde venía el sonido". Al hacer estas cosas intencionada y afirmativamente -abrir sus oídos para oír, dirigir sus ojos hacia el sonido, mirar atentamente hacia el cielo (no a su alrededor)- finalmente entendieron la voz.
He aquí a mi Hijo amado, en quien tengo complacencia,
en quien he glorificado mi nombre-escuchadle
Me encantan las connotaciones de lo que aprendí. Por Su parte, el Padre Celestial no se dio por vencido ni se enojó cuando la gente no lo entendió la primera vez que escuchó Su mensaje. Entendió que, debido a su contexto mortal y a sus desafíos, podían necesitar escuchar Su mensaje una segunda vez, o una tercera vez, o una cuarta vez, o una vigésima vez. Sabía que necesitaban practicar para entender Sus palabras. Así que habló con paciencia y coherencia hasta que la gente ajustó sus oídos y enfocó su mirada en Su dirección.
Por nuestra parte, no podemos entender Su voz utilizando un contexto terrenal. Tenemos que enfocar nuestra mirada en Él y discernirlo espiritualmente (2 Corintios 2:14). Y no podemos entender Su voz perezosamente. Debemos abrir nuestros oídos para oír, y enfocar nuestra mirada en la fuente de Su voz. Debemos tomar acción afirmativa -debemos ser intencionales- para entender Su mensaje. Él esperará pacientemente.