Reacciones olímpicas
Hace una semana, el Presidente Chipman y yo celebramos los Juegos Olímpicos de París de la única manera que sabíamos hacerlo aquí en Perú. Comimos crepes en un pequeño café francés con unos amigos. Queríamos celebrar la ocasión sólo por diversión, a pesar de que nos será imposible ver ninguno de los juegos.
A pesar de nuestra falta de información y conexión, el fin de semana pasado oímos mucho ruido sobre la reciente polémica en torno a la representación del cuadro de Da Vinci La Última Cena en las ceremonias de inauguración. Leímos que muchos estaban indignados, mientras que otros no entendían por qué. Todo esto es bastante normal en la cancelada cultura actual, en la que a menudo nos sentimos obligados a elegir con qué bando alinearnos. Durante mis estudios de ese día, me encontré con una gran escritura que me enseñó cómo quiero responder. Se encuentra en 1 Nefi 19:7 y 9.
7 Porque las cosas que algunos hombres consideran que son de gran valor, tanto para el cuerpo como para el alma, otros las tienen en nada y las huellan bajo sus pies. Sí, hasta al mismo Dios de Israel huellan los hombres bajo sus pies. Digo que lo huellan bajo sus pies, pero me expresaré de otra manera: lo estiman como nada, y no dan oídos a la voz de sus consejos.
9 Y el mundo, a causa de su iniquidad, lo juzgará como cosa de ningún valor; por tanto, lo azotan, y él lo soporta; lo hieren y él lo soporta. Sí, escupen sobre él, y él lo soporta, por motivo de su amorosa bondad y su longanimidad para con los hijos de los hombres.
¿No es interesante que la reacción del Salvador al ser considerado como nada sea la bondad amorosa? Esto me recordó que su sacrificio fue ofrecido gratuitamente a toda la humanidad, independientemente de si lo valoran o no, o de la salvación que ofrece. No estoy aprobando lo que ocurrió, pero he decidido usar el ejemplo de mi Salvador para saber cómo voy a responder.